jueves, 11 de enero de 2018

Reflexión Nº 32

No os engañeis mortales insignificantes. Somos la criatura más imperfecta que anda por la faz de la tierra. Categorizamos y clasificamos por naturaleza. Amoldamos el entorno y nuestra realidad para poder darle un orden que podamos entender. Nos creemos los dueños de todo aquello que pisamos porque no hay un ente racional equiparable a nosotros que nos diga lo contrario. Creemos tener una ética muy desarrollada y razonada, pero somos moralmente repugnantes. Damos bandazos de un lado para otro y creemos tener el camino trazado. Construimos un sentido a la vida que nos hace alejarnos de nuestra naturaleza. El humano un animal más. Solo porque nuestro físico procede de la naturaleza y se acopla a la generalización mundial de todo ser vivo. Sin embargo nos vemos fuera de la naturaleza constantemente. Transformamos el entorno aspirando alcanzar una meta que nunca llega.
En una realidad en la que no se puede trazar una linea recta, no se puede entender dividida en compartimentos estancos. Nos es imposible alcanzar la felicidad completa y plena, pero tenemos esa idea en la cabeza. Vivimos con conceptos que parecen reales y vivimos acorde a ello, pero la realidad nos contradice siempre. Aspiras a vivir en el futuro, que llegue lo próximo y que la rueda gire. Y nos encontramos con la avaricia, el egoísmo y la tontería que es la mente humana.
Olvidaros de esa puta mierda de "carpe diem" que nos hace creer que somos diferentes, somos una insignificante mota de polvo en una tormenta de polvo que no logramos entender.